En la región del Urabá antioqueño se construye uno de los proyectos de infraestructura más ambiciosos de los últimos años en Colombia: Puerto Antioquia, también conocido como Puerto Bahía Colombia de Urabá. Esta megaobra promete dinamizar el comercio exterior y conectar al país con mercados internacionales a través del Golfo de Urabá. Sin embargo, su avance no ha sido ajeno a controversias profundas, particularmente por su impacto en territorios ancestrales habitados por comunidades afrodescendientes organizadas en consejos comunitarios.
Lo que podría parecer un hito del desarrollo económico es, para muchas familias locales, una amenaza directa a su modo de vida, su cultura y sus derechos fundamentales. El proyecto se está construyendo en territorio étnico colectivo, donde históricamente han habitado comunidades negras que, conforme a la Constitución Política de Colombia y la Ley 70 de 1993, son reconocidas como propietarias legítimas del territorio.
Además de su dimensión jurídica, estos territorios tienen un valor incalculable para las comunidades. Son espacios de vida donde se preserva la biodiversidad, se garantiza la soberanía alimentaria y se mantienen vivas expresiones culturales, espirituales y organizativas. En ellos se transmite el conocimiento ancestral, se siembra el alimento, se pesca, se realiza medicina tradicional y se fortalecen la identidad y la autonomía colectiva.
A pesar de ello, las comunidades denuncian que el Estado y las empresas promotoras del puerto no realizaron consulta previa, libre e informada, lo cual constituye una violación grave al Convenio 169 de la OIT y a múltiples sentencias de la Corte Constitucional que reafirman este derecho como mecanismo de protección frente a proyectos que puedan afectar el territorio, la cultura o la vida de los pueblos étnicos.
El avance acelerado de la construcción, ya en sus etapas finales, pone en evidencia una constante en Colombia: el progreso que se impone sin diálogo y sin justicia para quienes más han cuidado y sostenido los territorios. No se trata de oponerse al desarrollo, sino de exigir que este se construya con las comunidades, respetando sus decisiones y asegurando que no sean sacrificadas en nombre de intereses externos.






Importancia de los territorios étnicos y los consejos comunitarios
Los territorios étnicos no son simples parcelas de tierra. Son espacios integrales donde la relación con la naturaleza, la espiritualidad, la historia y la colectividad se entrelazan. Su conservación es esencial no solo para las comunidades afrodescendientes o indígenas, sino también para el bienestar ambiental y cultural del país.
Respetar y fortalecer los derechos de las comunidades sobre sus territorios es un imperativo ético, jurídico y social. No hacerlo es continuar una historia de despojo que niega la riqueza plural y diversa de Colombia. En tiempos donde se habla de transición energética, justicia ambiental y reparación histórica, escuchar y reconocer a los pueblos étnicos es un paso ineludible hacia un verdadero desarrollo con equidad y dignidad.
Los consejos comunitarios, como formas de organización propia de las comunidades negras, no solo representan una autoridad legítima dentro del territorio, sino que también son pilares de resistencia, cuidado colectivo y gestión autónoma. Su papel es fundamental para la defensa de los derechos colectivos y para la construcción de paz territorial desde abajo.